miércoles, 9 de abril de 2008

GOLPE DE ESTADO EN LA ACADEMIA: LAS REFORMAS EDUCATIVAS AL SERVICIO DE UNOS POCOS

He tenido conocimiento del artículo "Golpe de Estado en la Academia" escrito por el profesor de Filosofía de la Universidad Complutense de Madrid Carlos Fernández Liria a través de Carlos González, excelente amigo, poeta y profesor de Lengua y Literatura en Graus (http://bozalongo.bloginom.com/). El medio del que lo tomo es el Blog del diario"Público".
El artículo constituye una excelente muestra del actual fomento de la ignorancia propugnado por el poder político, económico y académico, y que cristaliza en procesos como el de Bolonia o en muchos puntos esenciales de la actual Ley de Educación. La sarta de reformas organizativas con criterios economicistas e interesados por parte de algunos oscuros sectores en las enseñanzas medias y en la superior me recuerdan, pese a su apariencia progresista, a la jerga y a los procedimientos usados por Albert Speer, el arquitecto y ministro de armamento de Hitler, que organizó la producción alemana durante la guerra y al que los americanos no ejecutaron seguramente porque les aportó los eficacísimos medios de producción que él había aplicado en las fábricas alemanas sin importar nada ni nadie. Esta forma de hacer, sumada a la falta absoluta de respeto por la cultura, la crítica con fundamento, la transmisión del conocimiento y la eliminación de algunos saberes es una moderna quema de libros. Parece que la herencia nazi con métodos más sutiles prevalece.
Esperemos que estos experimentos de Ingenieria social no den su fruto. Esperemos que todos nos demos cuenta de que los métodos usados determinan los fines y que debemos combatir estas reformas que suponen la privatización del conocimiento y su consideración en términos de rentabilidad económica. Esperemos no dejarnos engañar.
Los profesores de Filosofía de la Universidad Complutense han escrito un manifiesto expresando su oposición a algunas de estas reformas. El enlace para adherirse es http://fs-morente.filos.ucm.es/. Ahora cedo la palabra a Carlos Fernández Liria.

GOLPE DE ESTADO EN LA ACADEMIA
"Lo que se ha llamado la Convergencia Europea en Educación Superior viene vendiéndose como una radical revolución educativa para poner la Universidad al servicio de las nuevas demandas sociales. En verdad, se trata del equivalente a una reconversión industrial en el mundo académico. Su objetivo es poner la Universidad pública al servicio de las empresas. La receta es extremadamente simple: la financiación pública se subordina a la previa obtención de “fuentes de financiación externa”, es decir, privadas. En la práctica ello significa que, en adelante, toda la geografía del mundo académico (disciplinas, cátedras, departamentos, facultades, planes de estudios, proyectos de investigación, etc.) se ve forzada a amoldarse a los intereses profesionales y las prioridades de investigación empresarial. Se abre así un abismo entre un edificio que se ha levantado sobre sí mismo con la lentitud propia de la Historia de la Ciencia (26 siglos de diálogos, polémicas y esfuerzos incansables de millones de investigadores) y el imprevisible mundo de las demandas empresariales, cada vez más anárquicas y cada vez más dependientes de capitales que se mueven en la Bolsa a la velocidad de la luz.
Las universidades públicas tendrían que poder ser financiadas con criterios académicos autónomos, que se conformen a los intereses de la razón y no a los del mercado. En muchas ocasiones hay que garantizar la financiación pública precisamente porque no existe financiación privada. Pero hace ya tiempo (Bolonia 1999, Lisboa 2000, AGCS, Doha 2001, OMC 2005, etc.) que las autoridades europeas decidieron saltar al otro lado del abismo. No es que se pretenda privatizar la Universidad; es mucho más rentable ponerla al servicio de los intereses privados. Al volcar la financiación pública en proyectos académicos que ya gozan de “fuentes externas” de financiación lo que se hace lisa y llanamente es subvencionar con dinero público actividades empresariales privadas (al tiempo que se ahoga la financiación pública de actividades de interés ciudadano que no sean rentables). Al mismo tiempo, las empresas se apropian de un ejército de becarios pagados con los impuestos y que trabajarán para ellas y sus propios intereses mercantiles. En una vuelta de tuerca más de lo que Galbraith llamó “la revolución de los ricos contra los pobres”, las empresas no se conforman con pagar cada vez menos impuestos: ahora quieren también el dinero de los contribuyentes. Y a esto se le ha llamado “poner a la Universidad al servicio de la sociedad”.
Para la presentación en sociedad de esta descarnada reconversión mercantil de la Universidad se ha contado con la inestimable ayuda de los pedagogos. Estos eran imprescindibles para disfrazar la mercantilización con los ropajes de una revolución educativa progresista y liberal contra la supuesta rigidez de las estructuras académicas. Lo que necesitaban las empresas era, como siempre, “flexibilidad” y la jerga de los pedagogos era la única que podía teñir esta temible palabra con tintes progresistas e incluso izquierdistas y antiautoritarios. Había que perder el respeto a las rigurosas distinciones del edificio científico y abogar por la “formación continua”, “flexible”, “transversal” y “psicoafectiva” de un profesional todo terreno, capaz de estar en todo momento a la altura y al tanto de las necesidades ingobernables de un mercado laboral cada vez más imprevisible y demente. Para formar este tipo de profesional no hacen falta científicos, sino entrenadores: pedagogos y psicopedagogos capaces de adiestrar personal para la Olimpiada de un mercado laboral vertiginoso.
El resultado ha sido una suicida animadversión hacia los contenidos académicos y científicos, que viene a sumarse a la brutal mutilación de contenidos específicos que ya venía exigida por la mercantilización. La reducción de la duración y la profundidad científica de muchas Licenciaturas ha supuesto un verdadero naufragio académico. Para suplir el déficit de especialización, el alumno puede pagarse –si se lo permite su bolsillo– un master de formación avanzada.
Ahora bien, es en este punto en el que la maniobra de los pedagogos ha supuesto un verdadero golpe de Estado en las relaciones Academia-Profesión que afecta a todas las carreras de corte teórico (Física, Matemáticas, Filosofía, Historia, etc.) que tienen como salida profesional mayoritaria las enseñanzas medias. Un Anexo a la Orden ECI/3858/2007 (27/12/2007) instituye como requisito para presentarse a las oposiciones para profesor de secundaria haber cursado un Master de Formación del Profesorado (MFP) destinado a formar competencias de psicología, pedagogía, psicopedagogía y didáctica aplicada. Se trata, por supuesto, de ampliar a un año (y a precio de master) el actual “Certificado de Aptitud Pedagógica” (CAP). Este cursillo pedagógico nunca ha sido evaluado objetivamente, pese a que no hay nadie con un mínimo de vergüenza que se atreva a dudar de sus nefastos resultados.
Las consecuencias son muy graves para la Universidad y también para la Enseñanza Secundaria y el Bachillerato. La mayor parte de los alumnos universitarios que piensen en su profesión optarán por cursar el MFP y no uno de estudios avanzados en filosofía, lingüística, física o biología. A medio plazo, eso sentencia de muerte los master de casi todas las facultades teóricas y clásicas. Pero lo peor es el perfil del profesor de secundaria al que se aspira. No ya un profesor que sepa filosofía, física o gramática, sino un asesor psicopedagógico de un material humano al que, en realidad, ya se da por perdido: el alumnado en general de toda la enseñanza pública. Pero esto no es una solución sino un agravamiento de un problema cuyas raíces son de carácter social, económico y político, no académicas."

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Estamos siendo devorados por las imposiciones pedagógico-logsistas de las Escuelas de Educación -Magisterio y sus criaturas , ante la pasividad suicida de los profesores de Secundaria y de las Universidades.
En 20 años estaremos en los museos antropológicos.Disecados.

Anónimo dijo...

Hace unos años me decía un compañero, profesor de secundaria más curtido y experimentado que yo, que teníamos que ser conscientes de nuestro poder, de nuestra capacidad (temible para quienes están detrás del golpe de academia al que se refiere el mensaje) de cambiar la sociedad. Su opinión venía a cuenta de una conversación en la que le expresaba mi hartazgo y mi frustración como profesor al darme cuenta de que no conseguía centrarme en lo más sustancial de mi labor, la docencia y la tutoría, al tener que dividirme o multiplicarme (no sé bien) entre tareas como planes de mejora, seminarios, programaciones y demás mandangas "memorizables".
He recordado esta conversación (que viene dándome ánimos desde ese día) porque, al leer el mensaje, he pensado que las maniobras a las que se refiere se unen, a modo de puntilla, no sólo a las sucesivas reformas legales (que con el apoyo del comisariado pedagógico y el clero psicologista han allanado el camino a este definitivo golpe de estado), sino también a la sobrecarga de burocracia, la sobrecarga de trabajo y de responsabilidades, la de programas creados sólo para la foto o la estadística, al miedo infundido en el profesorado (al igual que en el resto de la sociedad), que nos atenaza y que se expresa en las múltiples formas de lo políticamente correcto, y al continuo desprestigio y desautorización del profesorado de secundaria, que llega a creerse, de tanto escucharla, la falacia de su incapacidad o falta de competencia pedagógica.
Y todo esto, ¿para qué? Pues es bien sencillo, para que no ejerzamos el poder que está en nuestras manos, aquél que tenemos pese a todo dentro del aula, cuando todo el edificio legal se reduce a cada uno de nosotros y nosotras frente a los jóvenes que la sociedad ha puesto en nuestras manos.
Hay motivos de sobra para (hace ya décadas) para decir basta y movilizarnos ya no sólo por nuestros intereses más domésticos, sino por la responsabilidad que tenemos como educadores y profesores de nuestros futuros ciudadanos y que, paulatinamente, estamos perdiendo para ser reconvertidos en adiestradores de consumistas. Pero, francamente, la mejor movilización, la más eficaz, es la que cada uno de nosotros y nosotras podemos hacer dedicándonos a lo que no quieren que nos dediquemos, justamente en el único territorio en el que seguimos siendo poderosos.
Se me ocurre que, al modo del "emboscado" de Ernst Jünger, debemos retirarnos al bosque del aula y enfrentar nuestros miedos, asumiendo que en modo alguno somos unos incompetentes o unos inútiles, como se han empeñado en hacernos creer. Sólo así podremos liberar todo nuestro poder y educar en vez de adiestrar. Sólo así podremos hacer de nuestros jóvenes los ciudadanos con capacidad crítica que necesita una sociedad que se considera democrática.

Anónimo dijo...

Si hay algo que me quema sobremanera es que se hable de que una de las principales causas del fracaso escolar en España es la falta de formación del profesorado y el deficiente proceso de selección del mismo... ¡Si precisamente los profesores nunca estuvimos más formados que ahora y jamás fue tan difícil superar un concurso-oposición!

Y claro, para corregir esa falta de formación, lo que quieren hacer es reducir la duración de las carreras, eliminar contenidos científicos y sustituirlos por "psicopedagobobadas" y, cosa importante también, instaurar en los futuros profesores una fe ciega en las nuevas tecnologías de la DESINFORMACIÓN y en la necesidad de ser flexibles y adaptarse a las necesidades, es decir, la necesidad de VENDERSE, no tener opiniones propias ni espíritu crítico y contribuir a la ignorancia masiva de la sociedad.

La sociedad occidental cada vez se asemeja más a la predicha por Aldoux Huxley en la archiconocida obra "Un mundo feliz"...

Anónimo dijo...

Se ha publicado recientemente el libro ¿Cuándo se quema el profesorado de secundaria? cuya autora es María Elena Napione Bergé

Podéis encontrar un fragmento de la obra en el siguiente link: http://www.diazdesantos.es/ediciones/menu.html?carrito0601223804102616&id=2

El libro propone lineamientos para futuros programas de acción dirigidos a la prevención del síndrome de quemarse por el trabajo en profesorado de Educación Secundaria Obligatoria, centrados fundamentalmente en el concepto de prevención primaria y desde una visión social de esta problemática de salud laboral.